
NO HAY QUE SABER BAILAR PARA DISFRUTAR
El “profe”, como todos le dicen, llega al escenario como una estrella de rock en medio de la ovación de todos los que se alistan a tomar la clase. Se nota que son muchos los que toman la clase de manera continua, pues se le acercan y lo saludan como quien saluda al amigo que le ayuda con las tutorías de matemáticas. Una señora de poco más de cuarenta años y cabello rubio se me acerca y me pregunta con cierto disimulo si voy a cancelar los tres mil pesos de la clase, nos dice que no se puede cobrar por ser un espacio público, pero que es una cuota voluntaria que se da al profesor y su asistente por la clase que dan todas los días en el parque; los cancelo con gusto a sabiendas de que, a fin de cuentas, ellos viven de esas clases, y a cambio recibo una calcomanía rosada en forma de carita feliz en mi pecho, una especie de “gracias”, supongo.
La clase comienza y somos alrededor de cincuenta personas frente a la tarima intentando seguirle el ritmo a los profesores, intentando realizar de la mejor manera posible cada uno de los pasos que nos invitan a seguir. Los asistentes a esta clase son, en su mayoría, mujeres, pero sorprende ver que no hay un rango de edad bien definido, las hay desde niñas de poco más de doce años hasta las señoras mayores; los hombres somos pocos, pero en nosotros también se nota un rango de edad bastante poco preciso. Suenan canciones del pacífico, salsas, merengues, salsa chokes y demás ritmos latinos; de todos salen pasos que logran poner en tela de juicio mi equilibrio, ritmo y motricidad, todos hacen que mis músculos palpiten y mi cuerpo comience a sudar. Qué bueno que la única regla es que no hay que saber bailar como un profesional para disfrutar la clase, pues incluso creo que estas te ayudan a mejorar en ese aspecto, solo hay que tener las ganas.
Tan solo ha pasado una hora y ya siento que no doy más. Es mucho trabajo de cardio combinado con trabajo específico de todos los músculos. Qué agradable forma de hacer ejercicio, llena de risas, de dinamismo y rodeado de gente alegre con ganas de pasar un buen rato. Me salí temprano porque en verdad pensaba que sería mucho menos fuerte, pero me fui con un muy buen sabor de boca por la experiencia tan amena. ¡Seguiré yendo a bailar, ejercitarme y disfrutar!
Sebastián Gálvez Durán


